Soy fotógrafo de naturaleza. Cada vez que saco mi cámara lo hago con los ojos abiertos, la mente abierta y el corazón abierto. Me conecto, me comprometo, interactúo y recibo mucho a cambio.
Los fotógrafos de naturaleza vienen en muchas formas y tamaños diferentes. Utilizamos la fotografía de manera documental para preservar lo que hemos visto con la mayor precisión posible. Entendemos la fotografía como un arte expresivo para transmitir nuestros sentimientos más personales e íntimos. Creamos abstracciones de color y forma diseñadas para complacer la vista y despertar la imaginación de nuestra audiencia.
Cualquiera sea la forma en que queramos expresarnos como fotógrafos de la naturaleza, tenemos una cosa en común: hay algo ahí fuera que nos fascina, nos intriga y nos conmueve. Si ese no fuera el caso, ¿no iríamos y tomaríamos fotos de otra cosa?
Entonces, con esta fascinación inherente con cualquier cosa que pueda ser la naturaleza – la belleza, la fealdad, la ferocidad – ¿no es lo más natural del mundo preservar la motivación central de nuestro trabajo? Uno pensaría que sí.
Y luego escuchamos o leemos historias sobre "fotógrafos de la naturaleza" que pisotean los campos de flores, perturban los criaderos, ceban a los animales, solo para obtener la "foto perfecta".
¿Qué pasa con el hombre y la naturaleza? ¿Por qué destruimos con tanta ligereza y miopía lo que debemos proteger? ¿Cómo podemos hacer fotos de algo que obviamente encontramos único, hermoso y lo suficientemente emocionante como para interactuar y, al mismo tiempo, tener tan poco respeto por eso que no dudamos en dañarlo o destruirlo?
¿Es el dinero? ¿Es la fama? ¿Son los miles de me gusta en Instagram?
Para mí, estar en la naturaleza no significa necesariamente visitar lugares épicos de evidente belleza. Para mí, estar en la naturaleza significa principalmente descubrir los tesoros ocultos y anónimos: un pequeño arroyo, el agua saltando sobre las rocas, el hielo en un charco, una hoja marchita, el patrón de líquenes en el tronco de un árbol.
Cada vez que me comprometo con la naturaleza, obtengo mi recompensa, no en forma de dinero por la toma perfecta, sino en forma de curación, felicidad y paz. ¿De qué vale una foto si la experiencia detrás de ella no ha tocado mi mente y mi alma? Para preservar este mundo para todos sus habitantes, incluida la humanidad, nunca podemos ser los amos de la naturaleza, sino que debemos ser sus sirvientes, sus administradores y protectores.
Soy fotógrafo de naturaleza y para mí la naturaleza siempre será lo primero.